Testimonios
Aquí encontrarás testimonios reales de personas a las que Laura García Agustín ha ayudado en sus procesos de crecimiento personal. Todos y cada uno de los testimonios han sido facilitados por los propios pacientes, por eso preservamos su identidad y únicamente mostramos sus nombres de pila o sus iniciales.

Laura García Agustín supone un punto de inflexión, un antes y un después. Solo que el después es mucho mejor.
Apareciste para aportar luz a mi vida en un momento de total oscuridad… Me ayudaste a comprender que la felicidad de una persona, sólo depende de ella… Me enseñaste a fijarme en todo lo bueno y maravilloso que hay en mi vida, en vez de preocuparme de cosas insignificantes, que ni siquiera están al alcance de mi control… Puedo decir con seguridad que soy una persona nueva y es gracias a ti… Tú ya lo sabes, porque te lo he dicho. Gracias por cruzarte en mi vida. Gracias por hacerme ver lo bueno. Gracias por no decirme lo que quería escuchar, sino la realidad…
Un día una amiga me dijo que conocía a alguien que podía ayudarme a superar un duelo. Recuerdo que en aquel momento me sentía triste y un poco perdida y acepté inmediatamente su recomendación.
Conocí entonces a Laura García Agustín.
Estuve un poco nerviosa en la primera sesión, no sabía muy bien qué decirle (creo que le hablé de mi ex pareja, del modo abrupto de marcharse, del dolor que me crecía aquí en el pecho aquellos días, de esos miedos que surgen a estar un poco sola), me faltaban herramientas para gestionar ciertas cosas en una relación amorosa, me fallaba eso de poner límites y ponerme en primer lugar en muchísimas ocasiones, no sé, pero comencé a hablar y conectamos en menos de diez minutos. A pesar de mi tristeza, Laura García Agustín me dejaba relajada y optimista después de cada cita, y con cada ejercicio que me pedía, aquellas nubes oscuras se disipaban. En cualquier caso, dejó de asustarme la tormenta, sentí cada emoción de una manera más pausada.
Laura me demostró en poco tiempo que es una profesional que sabe lo que hace en todo momento, que te hace sentir cómoda y a salvo, que le importan sus pacientes, que te mira a los ojos y te habla con el corazón (y la razón) encima de la mesa de su consulta.
Ahora sonrío recordando el modo en el que me dijo “tendrás que atravesar las fases del duelo pero estoy aquí para acelerar este proceso. Sucederá esto, esto y esto”. Acertó en cada cosa que dijo, no se comprometió a nada que no pudiese ofrecerme y desde entonces pienso que si todas y todos necesitamos en algún momento de nuestras vidas la orientación y ayuda de otra persona, nadie mejor que ella para guiarnos.
Es curioso porque Laura fue como encender la noche. No sé si me explico, pero más allá de la superación de un duelo, supo ofrecerme herramientas imprescindibles para mis relaciones futuras. Fue como volver a encontrarme conmigo pero en una versión mejorada.
Y es que ella arroja luz sin grandes aspavientos, es capaz de zarandear prejuicios, hábitos y sueños con un sencillo parpadeo, a veces apenas perceptible.
He sentido en alguna que otra ocasión el impulso de darle un buen abrazo, tal vez porque el trabajo que desempeña trasciende qué duda cabe, cualquier tipo de gratitud económica o material.
Trasladarse hasta ese instante en que todo comienza a cambiar, en el que los cimientos se tambalean, es todo un logro para mi.
Recuerdos de un pasado reciente en el que los días eran raros, rellenos de plomo y miedo, de incertidumbre, y de multitud de emociones desordenadas, sin nombres ni apellidos, a las que ni siquiera podía mirar de frente.
¿Qué iba a hacer con todo aquello? Su nombre se repetía en forma de ondas por la habitación, en boca de personas de mi plena confianza.
Y es que hoy puedo afirmar que Laura sabe lo que hace en todo momento, y lo más importante, sabe transmitírtelo. Conoce a la perfección las herramientas que posee para guiar y enseñar a alguien a mejorar su estado, y eso es sencillamente admirable.
La seguridad en todas y cada una de sus directrices y sentencias emitidas, hizo que soltara el equipaje que siempre me acompañaba, y que me entregara al sendero de la certeza, del trabajo personal, y el conocimiento de uno mismo.
La veo al otro lado, compartiendo de la forma más profesional y a la vez cercana lo que necesitas, exigiéndote lo que estás preparada para afrontar, y mostrándote una realidad sobre la que pisar fuerte. Todas esas sensaciones negativas que te desgastan, se deshacen, para dejar paso a un mundo de soluciones plausibles que están a tu alcance.
Mi venda cayó al suelo. Tenía muy asumido desde hacía años que mi funcionamiento sería mecanizado a través de fórmulas obsesivas para atesorar una falsa seguridad que calmase mi ansiedad, pero por primera vez, alguien me brindaba una nueva posibilidad. Podría pasear por la ciudad sin rituales, recuperar lo esencial, lo que verdaderamente importa, vivir.
Por todo ello, sólo puedo darle las gracias una y mil veces.
En un principio no quería ir a ningún psicólogo. Hay gente con más o menos facilidad para expresar lo que siente y yo soy de los últimos, por eso tenía poca esperanza en que me fuese a ayudar de verdad. Pero animado una y otra vez por mi familia y viendo que tenía que cambiar de alguna manera mi situación decidí probar.
Desde el primer momento, en la primera sesión, me sentí muy cómodo y con total confianza para hablar de cualquier tema, quizás porque vi que Laura García Agustín sabía perfectamente de lo que le hablaba, había visto muchos más casos y así me lo hizo saber. El comprender que como tú hay muchas más personas, que ni mucho menos eres un “bicho raro”, aunque un poco egoísta, es un alivio y una gran inyección de confianza.
Sólo en la primera sesión ya conseguí ponerle nombre a mi preocupación, comprendí que es perfectamente controlable y que sólo quedaba practicar para hacer de mi preocupación un simple trámite más del día a día.
Laura García Agustín me ha ayudado a conocerme mejor y me ha enseñado maneras de mejorar y maneras de afrontar mis preocupaciones. Una de las cosas que más me ayudó es que me hablaba siempre de manera muy sensata, siempre entendiendo perfectamente todo lo que le contaba y corrigiendo en todo momento mi manera de pensar o de afrontar diferentes situaciones.
He conseguido enfocar la vida de manera diferente, de la manera que antes también quería e imaginaba pero que no sabía cómo hacer y que ahora me parece tan evidente, y eso ha sido gracias al gran trabajo de Laura García Agustín.
Todavía recuerdo el día que contacte con Laura García Agustín para tener la primera consulta, gracias a la ayuda y empuje de mi familia y mi chico.
Tras haber visitado infinidad de profesionales, mi vida continuaba en el mismo sentido, y lo peor de todo, con una mínima esperanza.
Fue así cuando empezamos día a día a trabajar juntas, al recordarlo esbozo con alegría mi superación, pues la verdad en aquel entonces yo me sentía con una edad muy joven, limitada, paralizada y con un vaivén de pensamientos que me perturbaban cada día.
Desde el primer momento fue sencillo trabajar con ella. Laura es una persona que tiene clarísimo lo que hace y como lo hace, no te hace dudar ni un momento de sus pautas. Te guía de forma clara, concisa, y deposita toda su confianza en ti.
Conforme fue pasando el tiempo, fui integrando todas las estrategias que iba aprendiendo con ella y empecé a recuperar la alegría de vivir.
Ella cada día me impulsaba más y más y mi mundo se iba extendiendo sin apenas darme cuenta.
Pasé de no poder apenas salir de casa, a vivir en Londres durante dos años, aprendí a priorizar lo que realmente es importante, y que no es lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede.
Convertí mi vida, gracias a su ayuda y su empuje, en lo que siempre había deseado.
Ahora me siento libre, con alas para volar y con una mentalidad totalmente abierta.
Para mi Laura es un referente, sin lugar a dudas, sin su ayuda mi evolución no hubiera sido posible.
Ella y su equipo siempre estarán en mi corazón y en el de mi familia, pues si he llegado hasta aquí es gracias a su ayuda y empeño.
Gracias, porque para mí sois los mejores.
Tras haber tratado con bastantes especialistas sin haber llegado a conectar nunca con ninguno o haberme sentido a gusto, mi madre habló con una amiga suya cuyo hijo había pasado por algo parecido a lo que pasaba yo entonces.
En la primera cita, Laura me explicó que tendríamos tres citas en las que tanto ella como yo decidiríamos si queríamos continuar. Recuerdo cuando salí de la tercera y le dije a mi madre que habría una siguiente, cómo ella se echó a llorar.
Cuando empecé, Laura me pidió que escribiera un emocionario, es decir, un diario de emociones, en el que vimos que me insultaba con mucha facilidad. Cambié los insultos por comentarios objetivos en los que no me infravaloraba o me hacía daño. Cambiar cosas tan aparentemente sencillas como estas, transformó mi forma de verme y de hablarme y empezó un viaje hacia mi actual situación.
Otra de las primeras actividades que me planteó fue la de sonreír todo el tiempo, que aunque me resultó algo extraña, terminó siendo una de las que mejor me hizo sentir.
Cuando llegué a la consulta tenía diversos problemas con la comida: me aterraba engordar y por mucho que adelgazase nunca me sentía a gusto con mi cuerpo. No era suficiente. Solía llevar ropa que escondiese mi cuerpo porque al odiarlo, me daba miedo que el resto de gente viese lo que yo veía.
Laura empezó a pedirme tareas para sentirme cómoda con mi cuerpo: que intentase vestir sin esconder mi cuerpo, que lo mirase sin juzgarlo, y más tarde que dejase de saltarme comidas. Sumamos también “la parada de pensamiento” para cuando quería contar calorías y que empecé un registro de logros. Cada día me sentía mejor e incluso orgullosa. En ese registro apuntaba cada día hasta el más mínimo logro, que al principio me costó, hasta que entendí que logro no tenía por qué ser algo increíble sino cualquier cambio positivo o la persistencia de un comportamiento positivo. Así, poco a poco, empecé a felicitarme y a sentirme mejor con mi cuerpo y conmigo.
Entre las cosas que he conseguido en estos meses, como consecuencia de todos los otros cambios que he introducido en mi vida, es que donde antes estaba yo sola por miedo, ansiedad o inseguridades, ahora me encuentro rodeada de gente y me siento bien. Antes habría sido incapaz de hablar con gente a la que no conozco o a la que conozco no le decía ni la mitad de cosas que pensaba por miedo. Y ahora no me resulta tan complicado, en parte porque ya no me anticipo a las cosas o porque me valoro como persona, igual al resto, en vez de verme como inferior. O porque ya no trato de averiguar lo que la gente piensa de lo que digo o hago…
En estos meses he aprendido lecciones que sé que me servirán siempre, y he logrado cosas de las que me creía incapaz. Graciaaaas Laura!!